-Hijo mío, tomá este pedazo de la hogaza de ayer, si lo pones junto al fuego un rato, todavía se puede comer, recuerda que es lo último que queda en la despensa-.
Palabras duras las que pronunciaba Germán dirigidas al más pequeño de la familia, Francisco. Las cosas de andar por casa no iban excesivamente bien en aquella cercana primavera del año de nuestro señor de 1867. Las cosechas no se esperaban buenas en las maltrechas y agotadas tierras de la vieja Castilla aquél año y eso, pese a que la esperanza nunca se pierde, era lo más preocupante.
-Si padre, eso haré, agradezco mucho su esfuerzo y generosidad-
Respondió el pequeño de la familia mientras su madre se quitaba el pañuelo negro que envolvía su cabeza tras regresar en ese justo momento de la misa de tarde.
-¡Tu Dios no te salvará de la hambruna que se nos avecina!, solo sabes rezar y dejar los escasos cobres que tenemos en ese cepillo que sirve para que el cura coma carne a nuestra costa.-
Comento Germán alzando el tono de voz al ver a su mujer llegar a casa.
-Los hay más pobres que nosotros, los hay que no pueden costearse una hogaza cada dos días, hay que ayudarlos y la Santa Madre Iglesia lo hace con nuestros cobres-
Replicó la mujer.
-¡Pues que lo hagan con sus platas y sus oros, sus joyas y ropas de buena seda y pelo, con sus imágenes bañadas de oro con pedruscos brillantes!-
Dijo alzando el tono de voz Germán en un claro ejemplo de enfado mezclado con indignación y sarcasmo.
-Como te atreves a decir tales cosas delante del niño Germán, sabes que estás blasfemando contra el mismísimo Cristo-
Intentó la mujer en tono más calmado relajar el ambiente.
-Si blasfemar me va a llevar a un infierno donde todos los que hay son pobres como nosotros, que no podemos pagar al médico, no podemos pagar al carpintero para que nos arregle las vigas de casa y que deben cobres en la taberna como yo, bienvenido sea. No deseo juntarme con aquellos que nos roban y encima tienen la desfachatez de reírse en nuestra propia cara-.
Como se puede observar, Germán iba cargando la conversación y el ambiente.
-Jamas he visto a persona más deshonesta con sus vecinos, su familia y su Iglesia, será mejor que te vayas a dormir, esta noche fría no paras de decir cosas que no piensas y blasfemar contra todo.-
Replicó su mujer mientras agitaba los troncos de la chimenea.
-Pues verás, no pienso irme a dormir y mucho menos callarme, estoy harto de que se rían de nosotros, de que cuando dices un poco la verdad se presenten dos guardias civiles a llamarme la atención, como si fuese un delincuente, cuando los delincuentes son ellos, que mira, mira a tu alrededor, nos envenenan con sus impuestos, con sus estúpidas normas y con su Dios, todopoderoso dicen, pues si es así, donde estaba cuando la tuberculosis mató a medio pueblo y a dos de tus hijos, donde, donde estaba. Bien, no me respondas, quédate callada, ya te digo yo donde estaba, estaba en la casa de ese cura amigo tuyo, comiendo chocolate y buen venado, estaba con los guardias disfrutando de buenos licores y cazando para luego comer a gusto, como marqueses que son armados de sus fusiles. Aquí, aquí tu Dios no paso, dejo que se muriera medio pueblo, los pobres claro, los que no podemos pagar al médico mientras él disfruta de los licores, el chocolate y la carne con el periodico en la mesa, eso fue lo que pasó, no me digas que estoy Blasfemando, estoy diciendo la verdad-.
Germán estaba rojo de los gritos, estaba altamente alterado y ya se había levantado de su vieja silla de madera y no paraba de dar vueltas a la habitación.
-Estas muy alterado Germán, ves a descansar y mañana veras las cosas mejor-
Acentuó su mujer zanjando de una vez la conservación.
Dando un empujón a la corroída puerta de madera, Germán avanzó hasta la pequeña cama de matrimonio y tras agarrar un vaso lleno de agua y beber un poco, se acostó.
Macarena, así se llamaba su mujer, se quedó tranquilizando al pequeño Francisco, único superviviente de sus tres hijos de la pandemia de Tuberculosis que afectó al pueblo el verano anterior, mientras trataba de esconder las lágrimas tras la discusión con Germán.
El pueblo, anclado desde hacía siglos en el pasado, con las típicas casas de piedra, construidas con el afán de superación y crecimiento de sus habitantes, la mayor parte de ellos dedicados a la agricultura y al ganado. No era un pueblo grande, no era el mejor pueblo de la vieja Castilla, no era ni tan siquiera cabeza de comarca, pero se respiraba, se podía vivir ajeno a la incertidumbre política que existía en las grandes ciudades, se podía vivir sin apuros y sobre todo existía ese ambiente que en los pueblos siempre había convivido de paz, tranquilidad y seguridad.
Solo aquella maldita enfermedad que trajo el tío «campana» al pueblo de cuando estuvo trabajando en Barcelona, malviviendo en aquella barriada de chabolas improvisadas para aquellos que ivan a la ciudad a buscar trabajo y nuevas oportunidades, solo eso trastocó todo la vida diaria del lugar.
Algunos tras esos malditos meses sacaron sus revolucionarias ideas, ideas que no venían de Barcelona ni de Bilbao, que no eran más que el sentimiento de aquellos que vieron morir a los suyos mientras los demás pagaban los servicios y cuidados del médico. Ideas e ideales que supieron estar guardadas en lo más profundo de cada casa, pero que la enfermedad termino de abrir sus cabezas y consiguió que las gentes del pueblo vieran más agudizada la desigualdad y vieran como nunca antes que el pan, la carne y la fruta decidían quien vivía y quién moría.
Eran tiempos convulsos en el país, Narváez, O’Donnell, Isabel II y todos los que protagonizaban la vida política, allí solo eran nombres que de vez en cuando se mencionaban en el pequeño café y sus recatadas mesas donde se juntaban aquellos que poseían algunos escudos de plata mezclados con algunos billetes en sus bolsillos. Aquél café donde Germán no podía pasar por qué no podía pagar los 40 céntimos de Escudo que costaba el chocolate caliente y el bollo de anís.
En ese caldo de cultivo, en el del día a día, en el de las cosas cotidianas, en el que hasta en los pueblos, supuestamente los lugares más alejados del ámbito político de aquella época, en ese caldo de coció la revolución de La Gloriosa que tan solo un año más tarde trataría de empezar el camino de la modernización de un país, altamente atrasado.
El cobre con ribete (Listel), de la familia de Germán, que un día llegó a un coleccionista.

Acuñacion con virola – LISTEL
La Acuñación a Volante sin restricción de metal, daba lugar a piezas sin Listel. Ver El Flujo Radial del Metal, en la Leyenda (SIGLAS). Acuñación a Volante sin restricción de metal (sin Virola). La virola es un anillo, que contiene la expansión lateral del cospel en la acuñación a Volante. El diseño de la virola se transmite al canto de la moneda, por la fuerza del choque del canto del cospel. Los tres troqueles ( Troquel móvil, Troquel fijo y Virola), forman un espacio cerrado denominado cámara de acuñación. Una vez alojado el cospel en la cámara de acuñación, la presión del golpe del troquel móvil, hace que el flujo de metal en tres dimensiones (compresión) rellene los huecorrelieves de los tres troqueles. Hay dos tipos de virola:
1) Virola Cerrada: suele ser lisa o estriada. En el primer caso, dejara el canto de la moneda liso.
https://siemprenosquedaralan.wixsite.com/home/cont-isabel2-filipinas
https://siemprenosquedaralan.wixsite.com/home/cont-2republica-peseta
2) Virola partida; se compone de tres segmentos, que juntos forman un círculo. Ello conlleva, que en el canto de la moneda, aparezcan tres líneas verticales en relieve, fruto de la separación de los tres segmentos, una cada 120º. Son llamadas Marcas de Virola. Una virola segmentada, puede transmitir tanto altorrelieves como diseños incusos. https://siemprenosquedaralan.wixsite.com/home/cont-isabel2-20r
https://siemprenosquedaralan.wixsite.com/home/cont-axiii-5ptasfilip

lISTEL – GLOSARIO NUMISMATICO 2011 – Enrique Rubio Santos
Circulo en relieve o filete que rodea la moneda en toda su circunferencia, entre el borde exterior y la Grafila u Orla de granos menudos. También llamado ribete, moldura o filete, es la parte mas elevada de la moneda que rodea su circunferencia, comprendida entre le borde exterior y la grafila. Es un elemento añadido recientemente a la moneda y que tiene como principal finalidad, proteger contra el desgaste, el conjunto del grabado y sus inscripciones, así como la de facilitar su apilamiento. Las monedas antiguas carecían de listel, por lo que al ponerlas en circulación, el desgaste era prematuro.

En principio, es en el cuño, donde el grabador da la altura definitiva al listel. La virola evita la expansión periférica del cospel (metal), durante la acuñación. Es la virola quien determina, el tamaño/diámetro de la cámara de acuñación, el grosor/anchura del listel, y por tanto, el modulo de la moneda acuñada.
Es muy importante el tamaño del cospel. El tamaño del cospel, debe ser adecuado respecto al tamaño de la cámara de acuñación, y los huecorrelieves de los troqueles, para que se produzca una buena comprensión del metal, y por tanto una buena acuñación.
Enlace/fuente:
https://www.imperio-numismatico.com/t133971-los-cuentos-numismaticos-de-10-pfennig
Hola
Muy buena mezcla, original, me gusto.
Pregunta, la historia es tuya?
Saludos
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No. Puse el enlace en la entrada, de los relatos y su autor. Lo vuelvo a poner. La mezcla como dices es original, y creo queda bien. Mi amigo es coleccionista también, el pone su Arte Literario, y yo un poquito de acuñación numismática. Seguiré poniendo mas relatos suyos complementándolo con temas de acuñación.
GRACIAS Gustavo. Un saludo, Roberto.
https://www.imperio-numismatico.com/t133971-los-cuentos-numismaticos-de-10-pfennig
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