El día del terror

El día del terror
Las gaviotas volaban sobre el azul mar de la tácita de plata, la mañana era agradable pese a estar en el mes de enero. Los pescadores empezaban a llegar de la faena y el gentío se situaba cerca de la playa para observar el pescado recogido.
El sonido habitual de las olas muriendo en la orilla, el olor inconfundible a tranquilidad y paz, el saber de su gentes y su buen querer de su tierra se mezclaban entre las pequeñas piedras de la playa mientras las primeras barcazas avanzaban tras su matinal recogida.
Carlos Manuel, el joven hijo de don Francisco Javier, dueño de una bodega cercana, estaba aquella mañana en la playa. Comentaba a uno de sus acompañantes, que en Cádiz la vida era más tranquila que en Jerez, que allí el olor del mar debía calmar la maldad de las gentes y que ojalá todo fuese así en todos los lugares, sobre todo en su querida Jerez.
Estaba de visita, cerrando una buena venta de los caldos de su familia. Era un gran venta y estaba muy orgulloso de ella. En realidad no quería abandonar el lugar, aquella vista de la playa con los pescadores y las gentes acercándose a ver el género era para él, la paz.

A la mañana siguiente regreso en su carruaje a Jerez, estaba deseando compartir con su padre la buena nueva de la venta que había cerrado en la cercana Cádiz. Era un buen negocio, daría trabajo a los jornaleros durante más tiempo, podría ganar mucho dinero y puede que subir el salario de sus trabajadores de 1 peseta a 2 si todo salía como debiese.
Para Carlos Manuel, la situación de sus trabajadores era importante, se preocupaba de ellos y de sus familias. No en vano, como solía decir, la empresa no sería nada sin ellos.
Pero pese a que el joven se preocupaba de cerrar negocios en pos de su familiar empresa, su padre, don Francisco, era un despota, al estilo de muchos caciques de la época, el cual no estaba dispuesto a pagar lo que en las fábricas de Bilbao, unas cuatro pesetas al día. Y por supuesto, los más pequeños debían trabajar gratis, pues a sus padres ya se les estaba dando una peseta por las once horas que trabajaban.
Entre los trabajadores de la bodega, hacía tiempo que reinaba el descontento y tan solo las buenas palabras del joven Carlos Manuel calmaban los ánimos. Los primeros días de aquel 1892, año en el que se conmemoraban los cuatrocientos años del descubrimiento de América, iban a ser tremendamente desastrosos para la familia dueña de aquella bodega.

Desde hacía unos meses, algunos jornaleros se habían afiliado secretamente a la anarcosindicalista Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE). Entre sus planes estaba tomar la ciudad a la fuerza y liberar a algunos de sus miembros que habían entrado recientemente en los calabozos de la ciudad. Por supuesto, la maldad se dejaría notar en don Francisco y su familia, a la cual pensaban castigar con la muerte.
Lo acaecido en la siguiente noche, lo relata muy bien José Ortega Munilla, periodista enviado por el diario El Imparcial de Madrid en su crónica:

La invasión de la ciudad tuvo efecto a las once y media de la noche. A dicha hora entraron en la ciudad los amotinados por el camino de los Capuchinos, corriéndose rápidamente hasta la calle de la Pólvora, donde, gritando como salvajes, mataron a tiros a José Soto, que viajaba por cuenta de una casa de vinos de Extremadura. Acto seguido los revoltosos se dirigieron a la cárcel, sobre cuya guardia hicieron fuego. La guardia respondió en el acto disparando a su vez sobre los anarquistas, que al persuadirse de la inutilidad de todo esfuerzo encaminado a poner en libertad a los presos, huyeron sin oponer resistencia a los soldados. Desde la cárcel se encaminaron al cuartel de infantería, donde también fueron rechazados, y enseguida a la Casa-Ayuntamiento, contra la que dispararon algunos tiros, que fueron contestados por los guardias que custodiaban el edificio. Entre tanto otros grupos amotinados hacían fuego en la calle Larga, en la que asesinaron bárbaramente a un joven, cuyo cadáver no ha podido ser todavía identificado. El asesino se cebó despiadadamente en su víctima, destrozándole el rostro. No es posible calcular el número de amotinados que atacaron la ciudad, porque la invasión se verificó a la misma hora por diversos puntos. Los anarquistas no llegaron bien organizados a la ciudad. No llevaban banderas, pero iban armados de navajas, palos y revólveres. Su grito fue desde los primeros momentos «¡Viva la anarquía! ¡Mueran los burgueses».

Os podéis imaginar quien era ese joven, Carlos Manuel, víctima de aquella España enfrentada sin remedio, víctima de aquellos ideales que por una y otra parte rompían el país, víctima de aquellos que ejercían el terror frente a los otros que gobernaban y mandaban con maldad, en lugar de dialogar, en lugar de luchar pacíficamente y en lugar de pararse un solo segundo a pensar, que entre todos el país saldría mejor y poco a poco se mejorarían las cosas, las causas y los problemas.
Aquella España, víctima, como el resto de Europa, de aquellos que no pensaban dejar el poder y las viejas costumbres, como víctima también de aquellos que querían cambiar todo eso a la fuerza. 
Víctima España, víctima su sociedad y sobre todo, víctima Carlos Manuel, aquel muchacho que pensaba que mejorando la situación de los suyos, sus trabajadores, mejoraría la empresa. La bodega mejoraría con los años, él por desgracia, no.
La guardia civil pudo finalmente, junto a la ayuda de familiares y amigos, reconocer su cadáver, sin rostro. Solo le quedaba una moneda guardada en el calcetín, lugar en el que los malhechores no miraron y no se pudieron llevar. 
La moneda que siempre guardaba Carlos Manuel, por si sufría un atraco no quedarse sin nada…

5 Pesetas 1892*18-92. Alfonso XIII. PGM. 37,5 milímetros. 24,91 gramos

terror en estrellas 5 Pesetas Alfonso XIII 1892

En el primer duro Bucles/Rizos de Alfonso XIII, acuñado en 1892, encontramos que uno sus duros tiene los mismos dígitos en ambas estrellas, los dígitos 92. Que ha sucedido?. Parece ser, que ha habido un error/equivoco, a la hora de hincar los punzones de las estrellas en el cuño. Se ha hincado el mismo punzón en el cuño, a ambos lados de la fecha principal.

Aureo & CALICO Subasta 359, Enero 2021. 1892*92-92. Alfonso XIII. PGM. 5 pesetas. (AC. 101). Tipo «bucles». Raro error en estrellas. 24,74 gr. BC+. Ex Áureo 26/01/1999, nº 1477. Muy rara, sólo hemos tenido otros tres ejemplares.

Fuente;

https://www.imperio-numismatico.com/t133971-los-cuentos-numismaticos-de-10-pfennig

¡El caldo de cultivo! 1 céntimo de escudo de 1867. Barcelona.

Publicado por Roberto Ortiz G.

Nací en Pamplona/Iruña (Navarra). Estudie Economía. Aficionado a la numismática.

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